Sistema por el cual se quiere abolir el derecho de propiedad privada y establecer la comunidad de bienes, incluso los de uso y consumo.
COMUNISMO
Sistema por el cual se quiere abolir el derecho de propiedad privada y establecer la comunidad de bienes, incluso los de uso y consumo.
No debemos confundirlo con otros sistemas politico-sociales que, como él, tienden a la supresión de la propiedad privada, pero sólo en parte. Así, el colectivismo niega el derecho de propiedad en los elementos de producción; el socialismo de Estado, en todos aquellos bienes que son de interés general, como la banca, los transportes, etc., y el socialismo agrario se limita a reclamar solamente la comunidad de la tierra.
Los antecesores del comunismo moderno son: Platón, con su República; Tomás Moro, con su Utopía; y Campanella, con su Ciudad del Sol.
Hasta el siglo XVIII no pasó de ser una teoría económica, pero entonces, también se convirtió en doctrina política.
¿Sobre qué se funda el comunismo?
El comunismo moderno está fundado sobre el Manifiesto Comunista publicado por Marx y Engels, como el resultado del Congreso de Federaciones de Trabajadores, celebrado en Londres en 1847. Mientras el comunismo se mantuvo en el terreno netamente económico, la Iglesia no lo condenó, aunque su doctrina chocaba con la tradicional de las escuelas católicas, que consideran la propiedad privada como un derecho natural del hombre, necesario para el mantenimiento y perfección de su vida, educación de los hijos y estímulo para el trabajo. Pero, cuando a mediados del siglo XIX el comunismo se convirtió en un sistema político-social antirreligioso, la Iglesia tuvo que salirle al paso y condenarlo como una verdadera herejía. Luego de un tiempo, algunos católicos de países beligerantes no solamente hicieron alianza con los partidos comunistas, sino que llegaron a inscribirse en ellos pretendiendo compaginar una y otra doctrinas. Este proceder y los ataques de los países satélites de Rusia a las más elevadas personalidades de la jerarquía eclesiástica, llevaron al comunismo a recibir una nueva condena de la Iglesia.
EL MOVIMIENTO OBRERO
La teoría y la práctica comunistas van unidas a la historia del movimiento obrero, a las teorías de Marx, desarrolladas por Lenin, y a la Revolución Rusa de 1917.
Los regímenes comunistas se convirtieron en sociedades totalmente estatalizadas. La extinción del Estado, finalidad última del comunismo, desapareció por completo de la práctica y la teoría comunista, afirmándose, por el contrario, la burocratización de la sociedad convertida en una prolongación del estado totalitario, al mismo tiempo que se consolidaba una nueva clase, la nomenclatura, que gracias al control y usufructo exclusivo de los aparatos político y económico, se perpetuaba en el poder unas veces por cooptación de sus dirigentes (cubrir vacantes de una corporación mediante el voto de sus integrantes), y la mayoría, mediante la aplicación del terror indiscriminado con sangrientas luchas de los opositores.
La introducción de las reformas de Gorbachov en 1985 (La Perestroika) quebró el monolitismo del sistema que, incapaz de funcionar en condiciones de libertad, se hundió estrepitosamente, dando paso al rechazo de los sistemas comunistas en las democracias populares del Este (1989 -1990) para transitar a sistemas de economía de mercado y a la disolución de Yugoslavia y de la propia URSS en 1991 tras el intento de golpe de estado comunista de agosto del mismo año.
Estos hechos provocaron que el Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), fuera declarado fuera de la ley e incautados buena parte de sus bienes, lo que representaba el acta final de defunción del comunismo y del marxismo.
Durante más de 70 años, el mundo fue testigo del intento de llevar a la práctica los principios del marxismo. No es por lo tanto exagerado describir esta etapa como “el siglo del comunismo”.
Si bien es cierto que Marx y Engels le dieron sustento teórico al comunismo en el siglo XIX, no cabe la menor duda de que el siglo XX le dio su certificado de madurez al presenciar su expansión por una buena parte del planeta, empezando con la Revolución Rusa de 1917.
LA PESADILLA DE MUCHOS…
En cuestión de décadas, la Rusia comunista, la Unión Soviética, se había convertido en una de las mayores potencias industriales y en el principal poder militar junto a Estados Unidos.
La ideología comunista se expandió como un rayo por el mundo e incluso ganaba una fuerza insospechada en potencias occidentales como Italia y Francia.
Los comunistas estaban convencidos de que la explotación capitalista se vendría abajo. El líder soviético Nikita Khrushev, incluso, aseguró que Occidente sería aplastado por la superioridad del comunismo.
Para sus enemigos, el comunismo simplemente era la imagen misma del mal, hecha realidad en regímenes como los de Stalin o Mao Tse Tung. En las palabras del presidente Ronald Reagan, se trataba del “imperio del mal”
LA ESPERANZA DE OTROS
Pero si era una pesadilla para unos, sobre todo en el mundo industrializado, la ideología comunista se convertía en la esperanza de muchos en el llamado Tercer Mundo.
Sus promesas de liberación de los oprimidos, de lograr el desarrollo de las sociedades atrasadas y del fin de la opresión y del imperialismo “capitalista”, prendió en generaciones enteras de jóvenes idealistas.
Toda una generación de líderes políticos y guerrilleros abrazó la ideología y desarrolló variantes regionales y hasta nacionales.
El comunismo generó regímenes de facto tanto entre quienes lo defendían como entre quienes buscaban su destrucción; generó ejércitos irregulares encargados de combatirlo y movimientos guerrilleros encargados de promoverlos.
El mundo se sumió en la Guerra Fría, de la cual no saldría sino hasta la caída del Muro de Berlín, en 1989.
Al finalizar el siglo XX, ya no quedaban muchos países que continuaran con el experimento comunista. Pero no cabe duda de que sus principios ayudaron a dibujar algunos de los rasgos más sobresalientes de fisonomía del siglo XX.