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Horticultura Orgánica

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Es entonces la ciencia y arte del cultivo de frutos, hortalizas, flores, arbustos y árboles.

LA HORTICULTURA

La palabra horticultura proviene del latín hortus: ‘jardín, huerto’ y cultura: ‘cultivo’; es entonces la ciencia y arte del cultivo de frutos, hortalizas, flores, arbustos y árboles.

La horticultura incluye: el cultivo de frutos (en especial de árboles frutales), el de legumbres; la producción de flores; y, aunque en este sentido apenas se usa, el paisajismo, que engloba el proyecto y mantenimiento de jardines y parques particulares y públicos, de jardines botánicos y de terrenos recreativos como: campos de golf, fútbol y otros deportes.

Aspectos comerciales de la horticultura

La horticultura se especializa en tres áreas comerciales, además de las ya citadas. Éstas son: viverismo, cultivo y producción de semillas.

–El viverismo: se encarga de producir frutales para los agricultores que los cultivan y plantas ornamentales, en especial leñosas, para jardinería.

–El sector del cultivo: suministra plantas anuales, bianuales y perennes a los productores de hortalizas y flores y a los jardineros.

–El sector semillero: produce las semillas necesarias para cultivar flores y hortalizas. La producción de bulbos, muy importante en los Países Bajos, se asocia con las especialidades de cultivo y obtención de semillas.

La horticultura cobró importancia económica en el siglo XVII, una época en la que el crecimiento de las grandes ciudades hizo inviable para los particulares el cultivo de hortalizas para consumo personal.

Antes de esa fecha, los productos explotados eran sólo: uvas, aceitunas, dátiles, higos y pocos más.

Organizaciones hortícolas

Son muchas las organizaciones que nos dan información sobre métodos de multiplicación, cultivo y control de enfermedades y parásitos. En estas organizaciones trabajan horticultores

La huerta orgánica

Es posible que una familia tipo pueda obtener verduras frescas en sólo 100 m2 de terreno. Mediante esta huerta la familia tiene una forma natural y económica de producir hortalizas sanas.

Para lograr que esta huerta produzca todo el año necesitamos trabajar muy bien la tierra y respetar tres principios fundamentales:

Asociaciones de plantas: al hablar de asociación, nos referimos a sembrar o plantar juntas aquellas plantas que se benefician entre sí. Sin embargo, no todas las plantas se asocian bien. La persona deberá aprender a conocer las buenas y malas combinaciones. Por ejemplo: es bueno asociar plantas de raíz (remolacha, zanahoria) con verduras de hojas (espinaca, acelga, lechuga), ya que extraen nutrientes de distintas profundidades. Hay plantas que espantan a los insectos, mientras otras atraen a insectos benéficos. En ese caso es una buena combinación plantar puerro o cebolla con zanahoria, albahaca con tomate o remolacha con repollo. Es muy conveniente asociar plantas de distintas especies en cada cantero ya que con ello logramos un mejor aprovechamiento del espacio, las plantas no compiten por los nutrientes, se defienden mejor de las malezas y se logra un efecto protector frente a las plagas.

Rotación adecuada: hablamos aquí de alternar adecuadamente distintos cultivos en el tiempo, ya que no todas las plantas responden de la misma forma a la tierra. Un ejemplo de rotación es: donde plantamos legumbres en otoño e invierno, plantaremos tomates en primavera y verano, verduras en el otoño e invierno siguientes y otras verduras en primavera y verano, para volver a comenzar con las legumbres y así sucesivamente. Las rotaciones nos van a permitir: evitar enfermedades y plagas, conservar la fertilidad de la tierra y tener hortalizas durante todo el año. Habas, arvejas y porotos fertilizan la tierra, por lo que son imprescindibles para lograr verduras continuamente.

Abonos orgánicos: éstos son fundamentales para mantener fértil la tierra. El abono compuesto es aquel que se logra mezclando restos orgánicos (residuos de cocina, yuyos, paja, hojas, cenizas) con tierra. Esta mezcla, en pocos meses se convertirá en un abono rico con el cual alimentar a nuestras plantas. Para preparar este abono son buenos los restos orgánicos como cáscaras de frutas, restos de verduras, cáscaras de huevo, yerba, té, café, huesos molidos, hojas; pero no debemos nunca incluir huesos enteros, vidrios, plásticos, carnes, grasas o latas. La pila de mezcla debe ser regada para asegurar la humedad, y debe ser protegida con un plástico o chapa para que la lluvia no perjudique la fermentación.

Formas de hacer abono compuesto

Además de la forma ya mencionada, existen otras para lograr un buen abono:

– En pozo: se cava un pozo o zanja en la cual se acumulan los desechos, alternando con capas de tierra. Es un sistema que funciona muy bien en zonas secas, ya que el exceso de humedad pudre el preparado. La zanja debe cubrirse con un plástico o chapa para proteger el abono.

– En tacho: a un tacho de 200 l, se le retiran el fondo y la tapa y se le hacen agujeros por toda su superficie. Lo asentamos sobre una madera que apoya sobre ladrillos, dejando un espacio libre en la base por donde retiraremos luego el compuesto. Seguimos el mismo procedimiento de alternar capas de residuos con tierra. Cada tanto removemos la mezcla para airearla. Aquí también tomamos la precaución de cubrir el tacho con un plástico para proteger el compuesto.

Separación del abono

Una vez logrado el abono, éste se separa pasándolo por una zaranda (la malla debe ser de 1 cm).

De este modo vamos a obtener 3 tipos de abono:

– Grueso: es el material que aún no se ha descompuesto y con él vamos a iniciar una nueva tanda de compuesto.

– Mediano: es el material que no pasa por la zaranda. Nos va a servir como capa protectora del suelo y entre las plantas. Este abono se llama mantillo o abono de superficie y es excelente para evitar que crezcan yuyos y que la tierra se reseque.

– Fino: es el material más fino y grumoso, se usa como abono superficial en almácigos y canteros.

También son factores de importancia: una buena exposición al sol; un cerco perimetral; una fuente de agua cercana, semillas y herramientas.

Cómo se preparan los canteros o tablones

Una familia tipo puede abastecerse de verdura con cuatro a cinco canteros.

En primer lugar debemos limpiar el terreno de yuyos, piedras y vidrios.

Con estacas e hilos marcamos los canteros, que deben medir unos 4 a 5 m de largo por 1,20 m de ancho, dejando entre cantero y cantero un pasaje de unos 30 cm como mínimo.

La mejor tierra, la más fértil, se encuentra en la superficie, por lo que no se recomienda removerla.

Una vez marcados los canteros se cava una zanja de 30 por 30 cm de profundidad, dejando la tierra en la cabecera. Luego se van haciendo cortes de 5 cm de panes enteros de tierra que se colocan en la zanja anterior y así trabajamos todo el cantero; la última zanja se rellena con la tierra que sacamos de la primera. Vamos desmenuzando los terrones con la azada y retiramos todas las durezas.

Finalmente, rastrillamos la superficie y emparejamos.

La siembra

Ya preparado el terreno se inicia la siembra que puede ser:

– Directa: las semillas más fuertes, fáciles de manejar como las de zapallo, melón, maíz etc; se siembran directamente en el lugar donde crecerán. También puede sembrarse allí zanahoria, perejil, rabanito, escarola, lechuga.

– En almácigos: las semillas chicas, al ser más delicadas, se siembran en almácigos. Por ejemplo: tomate, pimiento, cebolla, repollo, coliflor, apio, puerro y berenjena. De esta forma las plantitas se pueden ir cuidando y protegiéndolas del calor o el frío excesivos. Las plantas pueden ser trasplantadas a su lugar definitivo cuando tienen 3 o 4 hojas.

21 de mayo del 2017
Categoría: Enciclotin
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