Conjunto de obras escritas, de carácter e importancia cultural en un determinado idioma.
LITERATURA
Término que con sus vocablos equivalentes (casi siempre derivados del latín letteratura) tiene, en las lenguas modernas europeas, el significado de: conjunto de obras escritas, de carácter e importancia cultural en un determinado idioma.
También se la define como el arte de escribir, escritura, alfabeto, gramática, conjunto de obras literarias.
Pero literatura deriva a su vez del latín litterae, ‘letras, caracteres, escrito, obra literaria’.
La historia de sus significados confirma la existencia de un nexo entre el concepto lingüístico y cultural, implícito en la definición dada antes.
En el griego clásico no existía una palabra equivalente a la de literatura en el sentido actual. Sin embargo, de grámmata y grammatiké han derivado diversas acepciones modernas de literatura.
El término no apareció en todas las lenguas al mismo tiempo: francés, littérature (1120); italiano, letteratura (siglo XIII); inglés, literature (1375); alemán, literatur; portugués y español, literatura (siglo XV).
Según Rafael Lapesa la literatura es el conjunto de “creaciones artísticas expresadas con palabras, aun cuando no se hayan escrito sino propagado boca a boca”, por lo que no se puede negar que la literatura es un arte cuyas manifestaciones son las obras literarias.
Por esto se incluye a todas las obras anteriores a la invención de la imprenta y, sobre todo, aquellas que fueron transmitidas oralmente (folklore, cuentos tradicionales, chistes y hasta los proverbios que corren en boca del pueblo).
Este término también se aplica al conjunto de obras escritas de un país (literatura griega, argentina, catalana); de una época (literatura medieval, literatura contemporánea); de un estilo o movimiento (literatura romántica, surrealista, creacionista).
Pero debemos cuidarnos de no creer que cualquier texto escrito es literatura; sólo lo serán aquellos que estén realizados con arte.
Toda obra literaria tiene un valor estético en sí misma, que hace que en cualquier momento se la pueda apreciar, valorar o medir, pero también está sujeta a los valores estéticos de la época, del lector o del crítico que determinan lo que está escrito con arte y lo que no.
Es el paso del tiempo lo que dirime este asunto.
Características de la obra literaria
Lo que caracteriza a la obra literaria, comparándola con otras manifestaciones artísticas como una escultura, cuadro o composición musical, es que su materia prima son las palabras y las letras, es decir, el lenguaje, del que todas las personas se sirven para expresarse, la mayoría de las veces sin pretensiones estéticas.
Características de un texto literario
Para que un texto tenga valor literario debe reunir las siguientes características:
– El autor debe tener intención de realizar una creación estética;
– Debe usarse un lenguaje literario, esto no quiere decir que deba estar cargado de figuras retóricas o de vocablos cultos y poéticos;
– Debe tener validez universal, es decir, que no vaya dirigida a una sola persona (receptor individual), sino a un público general y desconocido (receptor universal);
– Debe proporcionar un placer estético por encima de consuelo, alegría, información o formación, es decir, debe gustar.
La literatura también influye en el lenguaje de las personas. Si bien toma los usos de la calle, cada escritor, a su vez, por medio de su modo particular de combinar las palabras, de transgredir incluso la sintaxis normativa, estimula (como otras artes) una nueva visión del mundo y de los términos que lo designan; renuncia a los lugares comunes y a los tópicos que transmiten, precisamente, una percepción adocenada y simplista de las relaciones entre los seres humanos.
En tal sentido, aun guiándose por sus propias leyes de composición, la literatura no debe separarse de los cambios sociales, del contexto histórico que le ha dado origen ni de las demás áreas del conocimiento.
El estudio de una obra literaria tampoco debe alejarse de otros productos (cómic, fotonovela, telenovela, canción popular), que también aportan datos para el estudio y la comprensión de un fenómeno que depende de los cambios sociales y de la revisión permanente de los juicios de valoración artística.
El posmodernismo y, sobre todo, el neobarroco aparecen como nuevas respuestas o hipótesis destinadas a poner en cuestión el amplio campo denominado literatura.
El enigma de William Shakespeare
William Shakespeare goza del reconocimiento mayoritario como el mayor dramaturgo de todos los tiempos. Nació en Stratford on Avon en 1564 y murió cincuenta y dos años después, en 1616. Sus piezas se representan más veces y en mayor número de naciones que las de cualquier otro escritor.
Tocante a la autoría del vasto cuerpo literario que se le atribuye, The World Book Encyclopedia dice: “Ninguno de los grandes críticos de Shakespeare cuestiona que él haya redactado sus obras y poemas”.
No obstante, hay voces que disienten. ¿Por qué?
Sobre él se han editado incontables volúmenes -muchos, tras años de paciente investigación- que pretenden contestar una pregunta turbadora, a la par que fundamental: ¿Son realmente suyos los escritos que llevan su nombre?
Principales dificultades
Sus creaciones reflejan un magnífico caudal de experiencia; por ejemplo, el despliegue que hace de términos y precedentes jurídicos denota dominio del derecho. En 1860, sir John Bucknill indicó que Shakespeare sabía mucho de medicina; y otro tanto cabe decir de caza, cetrería y otros deportes, así como de etiqueta cortesana. Era, en palabras del historiador shakespeariano John Michell, “el escritor versado en todo”.
En sus obras se mencionan cinco naufragios, lo que aunado al empleo de términos náuticos da a entender que era un avezado marino. ¿Viajó el dramaturgo al extranjero?
¿Le obligaron a servir en la marina?
¿Colaboró en la derrota de la Armada
Invencible de España en 1588? La respuesta afirmativa a cualesquiera de estas preguntas respaldaría la paternidad literaria de Shakespeare, pero no hay pruebas firmes. Igual ocurre con su conocimiento del mundo militar, incluido el habla de los soldados de infantería.
Años después, Ben Jonson, dramaturgo y amigo del escritor, afirmó que éste sabía “poco latín y menos griego”, lo que tal vez denote una educación elemental.
No obstante, el autor tenía conocimientos sólidos de los clásicos griegos y latinos, así como de la literatura, y quizás los idiomas, de Francia, Italia y España. Disponía también de un amplio vocabulario. La persona culta de la actualidad no suele usar más de 4.000 palabras en la conversación. John Milton, poeta inglés del siglo XVII, utilizó unas 8.000 en sus obras; Shakespeare empleó como mínimo 21.000.
Su origen rural no cuadraba con la imagen que tenían del genial autor. La citada enciclopedia añade que la mayoría de los supuestos escritores “pertenecían a la nobleza o a otro estamento privilegiado”. Así pues, muchos de los que ponían en tela de juicio la paternidad literaria de Shakespeare creen que “solo pudo haber escrito las obras un autor instruido, refinado y de clase alta”.
Con todo, como indicamos al principio, los grandes críticos literarios afirman que Shakespeare sí escribió las obras que se le atribuyen.