Al igual que otros mamíferos que tienen su hábitat o gran parte de él en el agua, las focas respiran a través de pulmones. Se trata de animales que, a lo largo de los siglos, se han ido adaptando al medio acuático. Así, por ejemplo, sus extremidades delanteras se han transformado en aletas. Lo mismo ocurre en su aparato respiratorio, que les ha permitido estar más tiempo sumergidos, disponiendo de pulmones con mayor capacidad y sistemas venosos que acumulan la sangre en ellos. Pueden ralentizar su respiración y, cuando se sumergen, son capaces de pasar de los 150 latidos por minuto a 10, con lo que gastan poco oxígeno.