Ubicadas en Nueva York, Estados Unidos, atraen a numerosos turistas debido a que, tras la cortina de agua, se mantiene viva una llama de fuego. En realidad, su origen está en un pequeño escape de gas natural que se huele al acercarse, producido por la descomposición de los restos orgánicos contenidos en los depósitos de roca que se escapan a través de las grietas del suelo. Alguien debió encender el fuego en este lugar en algún momento y, desde entonces, quienes visitan el lugar y conocen el misterio se dedican a mantenerlo vivo.