Durante los últimos años ha habido una progresiva destrucción de los bosques o deforestación, consecuencia de la agricultura no sostenible y la explotación de la madera. Esta actividad causa daños terribles en los ecosistemas, además de una gran pérdida de biodiversidad y aridez del terreno. Las regiones que la sufren tienden a generar una erosión del suelo para convertirse, finalmente, en tierras no productivas.