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El Sol, fuente de vida y energía

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Es el motor de todo lo vivo, de los fenómenos climáticos y su energía se manifiesta de diversas formas siendo, las principales, la luz y el calor.

 

Es la única y principal estrella que rige el sistema planetario en el que está inmersa la Tierra. Su diámetro la supera en más de cien veces, abarcando casi el 100 por ciento del total de la masa del sistema del que es centro. Ubicado a unos 150 millones de kilómetros irradia su luz y calor desde hace 4500 millones de años.

El Sol es el responsable, directa o indirectamente, de la gran mayoría de las fuentes de energía del planeta. Además de tener una importancia directa en la energía solar fotovoltaica y la energía solar térmica, tiene influencia en otras energías renovables.

La importancia del Sol es total para la posibilidad de que exista la vida. Las plantas absorben la energía que aporta su luz y realizan la fotosíntesis. También aporta la energía para mantener funcionando los procesos del clima. El viento solar forma un escudo protector contra la radiación cósmica de la Vía Láctea y esto nos permite desarrollarnos como seres vivos en un microclima ideal de pura materia orgánica en equilibrio.

 

El dios del cielo

 

 

Conocido desde tiempos inmemoriales como “fuente de vida”, diversas culturas ancestrales lo adoraban, desde los egipcios a los mayas, que lo concibieron como un dios que los cuidaba desde lo alto del cielo. Los primeros calendarios que comprendían las cosechas y los cambios de estación estaban administrados por los movimientos observados de la Tierra respecto de él.

 

Nicolás Copérnico (1473 – 1543), Johannes Kepler (1571 – 1630) y Galileo Galilei (1564 – 1642)

 

Si bien la teoría heliocéntrica que lo ubica en el centro del sistema con los planetas girando a su alrededor fue postulada en el siglo III por el astrónomo Aristarco, fue Nicolás Copérnico, en el siglo XV, quien lo devolvió a su lugar central en la historia y sus estudios fueron continuados por los astrónomos Johannes Kepler y Galileo Galilei.

 

Sus partes

 

Como toda estrella, tiene una forma esférica. Debido a su lento movimiento de rotación tiene, también, un leve achatamiento polar. Toda la materia que lo constituye es atraída hacia el centro del objeto por su propia fuerza gravitatoria.

 

 

El Sol tiene una estructura en capas esféricas concéntricas, como las capas de una cebolla. Los limites y diferencias entre ellas son difíciles de establecer. Sin embargo, se puede definir una función física, diferente para cada una de las capas.

Núcleo. Ocupa unos 139 mil kilómetros del radio solar y es, en esta zona, donde suceden las reacciones termonucleares que proporcionan toda la energía que produce. Vista de cerca, su superficie parece un mar de fuego furioso con enormes erupciones que se elevan a cientos de miles de kilómetros en el espacio.

Zona radiativa. Los fotones, que son las partículas que transportan la energía, intentan escapar al exterior en un viaje que puede durar unos 100 mil años, debido a que éstos son absorbidos continuamente y reemitidos en otra dirección distinta de la que tenían.

Zona convectiva. En esta zona se produce el fenómeno de la convección por el cual columnas de gas caliente ascienden hasta la superficie, se enfrían y vuelven a descender.

Fotosfera. Es una capa delgada, de unos 300 kilómetros, que es la parte que nosotros vemos, su superficie y, desde aquí, se irradia luz y calor al espacio. La temperatura es de unos 5000 °C. En la fotosfera aparecen las manchas oscuras y las fáculas, que son regiones brillantes alrededor de las manchas, con una temperatura superior a la normal de la fotosfera y que están relacionadas con sus campos magnéticos.

Cromosfera. Solamente puede ser vista en la totalidad de un eclipse de Sol. Es de color rojizo, de densidad muy baja, de una temperatura de medio millón de grados y está formada por gases enrarecidos. En ella existen fuertes campos magnéticos.

Corona. Esta capa de gran extensión, temperaturas altas y bajísima densidad está formada por gases enrarecidos y gigantescos campos magnéticos que varían su forma de hora en hora.

El Sol también absorbe materia. Es tan grande y tiene tal fuerza que, a menudo, atrae a los asteroides y cometas que pasan cerca. Naturalmente, cuando caen al Sol, se desintegran y pasan a formar parte de él.

 

Colores y movimientos

 

 

El Sol no es realmente amarillo o naranja o, incluso, rojo. Es todos los colores mezclados. Cuando sale o baja, los colores de onda corta (verde, azul y violeta) se dispersan, dejando solo la parte amarilla y roja del espectro, lo que le da un brillo increíble. Cuando está alto, sus ondas azules rebotan, lo que explica por qué el cielo se ve azul. Cuando vemos un arcoíris, esa es la luz del Sol separada en todos sus magníficos colores. Aunque decimos que sale por el Este y se pone en el Oeste, en realidad el Sol se queda en el mismo lugar y es la Tierra la que gira sobre su eje. Este movimiento alrededor del Sol está profundamente arraigado en nuestra biología.

 

Su importancia en los distintos tipos de energía

 

 

La energía fósil que proviene de los combustibles como el carbón o el petróleo se genera a partir de compuestos orgánicos que se alimentaron por la radiación solar, a través de la fotosíntesis. A pesar de tener su origen en el Sol, este tipo de energías se consideran no renovables ya que el proceso de transformación en combustibles fósiles dura millones de años.

 

 

La energía eólica aprovecha la fuerza del viento, que tiene origen en la energía solar. El Sol calienta de manera desigual la superficie de la tierra y este calor pasa al aire. La densidad del aire varía con la temperatura, de modo que produce zonas de altas y bajas presiones. Esta variación genera desplazamientos del aire que rodea la tierra, dando lugar al viento.

 

 

En la energía hidráulica, a partir del ciclo del agua, el Sol la calienta y se convierte en vapor que sube, por su menor densidad, con el aire, y forma nubes. Cuando el agua se condensa de nuevo, cae en forma de lluvia sobre las montañas. Por lo tanto, la energía hidráulica también depende de la energía que le provee el Sol.

 

Beneficios en la salud

 

 

La energía del Sol hace posible que, se sintetice la vitamina D, se asimilen las sales minerales, se refuercen las células y tejidos, se agilice la función respiratoria y la coagulación sanguínea, se fortalezca el sistema nervioso, se alimente y regenere la piel, se estimule el crecimiento y fuerza del cabello y mejore el ánimo, proporcionando una sensación física agradable y placentera.

13 de marzo del 2021
Categoría: Para el cole
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